sábado, 27 de octubre de 2007

UN LADRÓN EN EMERGENCIA

Aquí voy otra vez, con la adrenalina recorriendo mi cuerpo y un sudor frío chorreando en mis sienes; movido por esa sensación de miedo que en vez de retraer las acciones del cuerpo lo empuja al abismo con fuerza inefable; no sé si ellos sienten lo mismo, yo siempre me pongo igual. Desde mi primer robo sentí la misma ansiedad y el mismo temblor en las piernas, eso sí, aún estando chamito, nunca he retrocedido. ¡Y vaya que fueron duros los tiempos de carajito! sin experiencia, sin armas... había que ingeniárselas para conseguir algo; lo único disponible era la mente y yo la ocupaba en cómo robar, robar y robar para comer y jugar Atari...

La emergencia del hospital está como siempre: heridos, parturientas y familiares llorones. Esta noche llegaste tú con el abdomen herido de bala; dormitas en una camilla arrinconado al final del pasillo. Tu conciencia desapareció mientras venías tendido en la camioneta de la Judicial. “Aquí está este pajarito, lo agarramos in fraganti en la casa del General Gamboa” Dijo el inspector que te dejó deseando que no vivieras. ¡Qué mal luce tu rostro! pálido, inexpresivo, pareces un muñeco barato…

Estamos a diez minutos de comenzar la acción y los muchachos inician al ritual de la hierba; fuman ese gran tabaco con tanta fe que algunas veces me provoca darle una patada, pero no, prefiero mantenerme en mis cabales, eso es lo que más me gusta, el peligro en carne viva, que penetre sin permiso por todos mis sentidos, es lo que me excita, mi verdadera adicción. Trato de repasar el plan y es inútil, justo antes de la acción el cerebro se bloquea, por eso no me preocupo, es parte del oficio. Vuelvo a mirar a los muchachos que disfrutan absorbiendo su fuente de poder...

El doctor de la emergencia corre de un lado a otro atendiendo a los que llegan, y las tres enfermeras de turno, amargadas, tratan mal hasta a los niños; a ti te han puesto una solución para evitar que te deshidrates. No tienes a nadie que te llore ni le reclame al doctor, estás en manos del destino, tú que siempre decidiste por tu vida y la de otros, ahí estás, esperando que alguien haga algo para que sigas en este mundo...

Llegamos, tomo mi pistola y bajo del carro automáticamente; de nuevo el plan vuelve a mi mente. Son las cuatro y seis minutos de la madrugada y las calles están desoladas como lo previmos. Según el informante, todos lo domingos hay en la casa una exquisita cantidad de dinero venida de los negocios del General; la plata se la traen ese día para rendirle la cuenta de la semana y depositarla el lunes a primera hora; bueno, hoy es lunes y nosotros pensamos hacerle el favor de guardar ese dinero y una que otra cosita ¡Ojalá no se moleste mi General!
Nuestra informante trabaja para la familia Gamboa desde hace doce años y hastiada de la explotación decidió hacerse cómplice, pichando el dato, las llaves de la casa y poniendo en el jugo de la cena una poción adormecedora. Demasiado fácil para este calibre ¡pobre cocinera resentida! no sabe en el rollo que se metió, en un rato ella será la principal sospechosa y nosotros estaremos bien lejos compartiendo las lukas ¡Qué estúpida!...

Pierdes demasiada sangre y aún nada que te atienden ¡pobre de ti! la vida te pasa facturas en este frío y apestoso lugar... quizás la película de tu existencia te recorre la mente y anhelas pedir perdón como todo el que agoniza; pero tratándose de ti, el que jamás retrocede, lo más seguro es que estés deleitándote con las aventuras pasadas, recopiladas en ese filme que tus ojos internos ven. Se te estremece de fiebre el cuerpo y tu pulso cada vez es más lento...

Ya estamos dentro y todo se está cumpliendo como lo prometió la informante: la llave caló perfecto y en la casa no se oyen ruidos. Me siento extraño, un augurio se incrusta en mi mente ¡demasiado fácil para ser un robo de este calibre! Los muchachos están pila, deslizándose como gatos; aunque el plan parece cumplirse, nunca, en toda mi historia, se me hizo tan fácil un trabajo; me asusta… deseo irme lo más pronto, claro, embolsillada la plata. Miro alrededor y veo la pesadez en el aire: mucho silencio que me atormenta, muchas sombras que nos miran; de verdad, quiero estar lejos de esta casa hijo e`puta...

Cuan lívida se te está tornando la piel, parece que tu organismo e incluso el alma están contaminados con todas las enfermedades que han pasado por esta sala de emergencias; luces patético, pero estás vivo, sí, lograste sobrevivir a los cuarenta minutos de paseo que te obsequió el Judicial en su lujosa Pick up, luego de herirte ¿Qué diferencia tienen, cuando se agoniza, cuarenta minutos en una camioneta, bajo las estrellas, al aire libre; y cuarenta minutos en un abominable hospital donde no te atienden? da lo mismo, la relatividad del tiempo funciona así en dichas condiciones...

Hemos salido de la sala y estamos en una especie de cuarto de estudio, donde lo más resaltante es una biblioteca gigante que reposa en el fondo del cuarto; también hay un escritorio con muchos papeles encima, y lo más bello de todo: el gabinete glorioso que guarda en su santo vientre una enorme cantidad de exquisitos billetes; esto también lo sabemos gracias a nuestra informante. ¡Ya tenemos lo nuestro! frescos y olorosos papeles de diversos colores y valor... “¡Quietos ahí!...”
Tamaña emboscada; y en tu agonía no debiste culpar a la informante, ella no quería delatarlos; mientras preparaba el jugo con la droga, la esposa del General la vio, llamó a las autoridades y éstas le sacaron el plan completo, como dicen por ahí, un golpe para que hable y diez para que se calle ¡Qué estúpidos fueron al confiar en una pobre cocinera, resentida e ingenua! Comienzas a convulsionar y una enfermera grita “Doctor, éste se puso malísimo” y él contesta “Pues... que espere… estoy atendiendo un parto”.

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