Por Juan Manuel Parada
Mientras Calistra raya el papelón sobre la mesa,
Ña´Carmen atiza las brasas del fogón para montar la olla y hervir el melado.
Es temprano, pero ya la brisa sopla caliente
trayendo el olor del gallinero mezclado con la fragancia de los ajíes que la
vieja cultiva en el huerto.
Ña´Carmen le sirve café y parte con sus gruesas
manos una de las acemitas que bajó del techo, donde guindan de las alcayatas
como gigantes murciélagos.