Un par de labios llegan a un bar a tomar
una copa de vino y encuentran a otros labios con quienes beben hasta la
ebriedad. Una pareja coincide, en la entrada de ese bar, con el mismo
propósito de embriagarse; pero no tenían labios y estaba prohibido pasar
sin ellos.
—No pueden venir sin labios —dijo el portero, cortante—. Aunque vi en la barra unos que podrían acompañarles.
La pareja se mira con ojos de «encontramos nuestros labios», pero no lograron reconocerlos cuando les vieron aparecer, todos ebrios y morados. No les quedó más remedio que resignarse a los besos tristes: sin vino y sin labios; mientras ellos, los labios, hicieron el amor sin cuerpo con el uso de la lengua, es decir, con las palabras.
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