martes, 19 de julio de 2016

EL CUENTO, ÍNTIMAMENTE HUMANO

Del LibroTaller: Caminos del Cuento o Contar de Súbito, por Juan Manuel Parada.

El cuento es un género ideal para recrear emociones intensas, espacio preciso para redondear historias capaces de tener el mismo efecto en la China y en la Habana, en 1.500 ó en 2.007. Borges, por ejemplo, se sintió completo como narrador en el terreno del relato breve, lo mismo Horacio Quiroga y Julio Garmendia, quienes legaron historias inmortales y elevaron un género que desde épocas remotas es inherente a la condición humana, a su necesidad de comunicación y pervivencia.

¿Cuántas veces hemos disfrutado en torno a la mesa, en un viaje, caminando o trabajando, relatos de diversa índole? desde fantasmas hasta romances, morocotas enterradas y episodios de guerra. Y es que nuestra historia, nuestro imaginario y nuestra identidad en parte se sostienen con la tradición oral: traslado generacional de mitos, epopeyas, cuentos de familias y leyendas. Hoy día, desde Las mil y una noches, pasando por las Narraciones extraordinarias de Poe, hasta lo más moderno de Jiménez Emán, el cuento se ha consolidado como género literario y goza la preferencia del lector, ése que, abrumado de información y mensajes, prefiere concisión e intensidad… emoción pura.

Tan influyente ha sido el cuento en la vida del hombre y la mujer que descabelladas historias, producto de la invención popular, los han arrojado a travesías como las que emprendieran los Pizarro y otros invasores europeos tras la ciudad de El Dorado y el País de la Canela; experiencias con las que le dieron un vuelco a la historia del mundo, cruzando de manera forzada las culturas más diversas y signando desde entonces las relaciones de poder imperantes hasta hoy. Todo gracias a los cuentos. Ni hablar de las firmes creencias a la que se aferran millones de cristianos influenciados por los misteriosos y apasionantes relatos del evangelio: el libro de Job, por ejemplo.

Ahora bien, sabemos que el acto de contar historias nos es familiar e íntimo y sabemos también que parte de lo que somos culturalmente se lo debemos a esa forma de leer y expresar la realidad y la no realidad. Esto nos facilita el camino para practicar el oficio de cuentista, pero seamos honestos, escribir un cuento de calidad, es decir, un relato que excite las emociones del lector, requiere gran audacia en manejo del lenguaje, de la forma, la estructura y sobretodo, suspicacia para capitalizar las limitaciones de tiempo y espacio que plantea el género. A diferencia de la novela, el cuento se presenta como un todo sometido a alta presión interna, donde es imposible introducir un signo de admiración o suprimir una coma sin que se altere el efecto o parte de él, mientras que la novela admite digresiones, siendo el tema novelado la única medida de tiempo y espacio. 

Pero ¿qué es el cuento? ¿qué lo diferencia de la novela?
Respondamos a la segunda pregunta transcribiendo lo que piensan algunos célebres escritores.
Los cuentos, se dice, son intensos y las novelas estables.
Eloy Tizón
La novela y el cuento se dejan comparar analógicamente con el cine y la fotografía, en la medida en que una película es en principio un "orden abierto", novelesco, mientras que una fotografía lograda presupone una ceñida limitación previa, impuesta en parte por el reducido campo que abarca la cámara y por la forma en que el fotógrafo utiliza estéticamente esa limitación.
Julio Cortázar

La novela es extensa; el cuento es intenso.
Juan Bosh

La novela es como un veneno lento y el cuento, como un navajazo.
Marina Mayoral
Ahora detengámonos en una definición que planeta el escritor y crítico venezolano Luis Barrera Linares:
Partiendo de una definición muy provisional y ampliando la idea recogida en Meneses (1966), digamos que el cuento literario (el texto) es indudablemente una clase de mensaje narrativo breve, elaborado con la intención muy específica (por parte del autor) de generar un efecto o impresión momentánea e impactante en el destinatario (el lector) y cuya composición lingüística pareciera estar restringida por la escogencia focalizadora de un solo tema (un hecho, un ámbito, un personaje, según Balza) (…)

Veamos esta definición abordando punto a punto los conceptos sobre los que se sostiene.
En primer lugar tenemos que el cuento es un mensaje narrativo (es decir, el autor se plantea comunicar algo por escrito: una emoción, la transformación de un personaje, su posición moral, etc.) breve, (acá se enmarca uno de los aspecto fundamentales del  género, el cual tiende a confundir, porque bien puede ser breve el Dinosaurio de Monterroso que se compone de una sola frase y El perseguidor de Cortázar que supera las cien páginas. Cuando Barrera Linares dice breve se refiere a conciso, a economía de recursos expresivos, pero más adelante dedicaremos un capítulo a este concepto) elaborado con la intención específica de generar un efecto (como afirmara Poe, el cuento debe construirse, igual que el poema, en función de excitar las emociones del lector, de un zarpazo, o como dijera Cortázar parafraseando a un amigo suyo fanático del boxeo: Si la novela gana por puntos, el cuento lo hace por knockout) y cuya composición lingüística pareciera estar restringida por la escogencia focalizadora de un solo tema (a diferencia de la novela, el cuento no admite digresiones, su intensidad surge de la precisión con la que el autor aborda el conflicto, de su unidad de efecto, como veremos más adelante).

Ahora bien, ¿qué diferencia al cuento popular del cuento literario?
Recordemos que el cuento popular es producto de la invención colectiva, y se presenta de forma oral, es decir, a un oyente, como un hecho verídico. Si bien puede variar según quien lo cuente, su esencia y verdad prevalecen.

El cuento literario se presenta como un hecho de ficción, expresado por un autor de forma escrita y verosímil, con el propósito de excitar las emociones del lector. A diferencia del cuento popular, que varía la forma de su discurso según cada interpretación, el cuento literario se mantiene intacto tras cada lectura, aunque sea interpretado de diversas maneras.

Y como las buenas preguntas son bienvenidas, vamos ahora por la siguiente: 

¿Cuento o Relato?
Nótese que he usado los términos Cuento y Relato Breve de manera indistinta, y ello bien vale una explicación, más aun cuando existen especialistas que marcan algunas diferencias.
Lauro Zavala, una las de mentes más lúcidas que ha dedicado tiempo a la reflexión crítica en torno al género, plantea, en su Modelo para el estudio del cuento, aspectos que diferencian al cuento y al relato, dándole al Cuento clásico el calificativo de representación convencional de la realidad y al Cuento moderno (también llamado Relato), tradición antirealista.

Entonces, desde esa perspectiva, el cuento viene a ser la forma clásica del género que representa convencionalmente la realidad y el relato, la forma moderna que tiende subvertirla.

Ahora bien, partamos de la premisa de que el género, tal como lo conocemos hoy, se inicia con Edgar Allan Poe a mediados del siglo XIX, ya que fue él quien concretó con éxito los recursos técnicos que le dieron carácter de género literario. Luego, a finales del mismo siglo, Anton Chéjov lo revitaliza, aportando elementos formales que, aún opuestos a los planteados por Poe, como el final abierto o el antidrama, coadyuvaron a consolidar el género. Durante el siglo XX, Kafka, Rulfo, Borges, Hemingway, Cortázar, Monterroso y muchos otros renovaron el género con increíble rapidez y si bien es cierto casi todos se inscriben en tradiciones literarias distintas, podríamos aglutinarlos, siguiendo esa fetichista necesidad de clasificar todo, en Realistas y Antirealistas.

Acá surge el motivo de mi análisis. ¿Los cuentos de Hemingway, notablemente realistas, entrarían en la clasificación de clásicos? Recordemos que si algo distingue la obra de Hemingway es la construcción vigorosa de sus personajes, llenos de contradicciones, de matices y profunda sensibilidad, y ello se debe a que están construidos desde adentro, tal como debe ser en el cuento moderno o relato según el modelo de Lauro Zavala. Otro caso lo observamos en el cuento Un médico rural, de Kafka, donde predomina una atmósfera onírica, antireal, pero su estructura es, según opino, totalmente circular y aristotélica: presentación, nudo y desenlace. Entonces, sabemos que Chejov, Quiroga y Hemingway legaron cuentos realistas y que Kafka, Borges y Cortázar se regodearon en el antirealismo, pero ¿Quién es clásico y quien es moderno? ¿Quien de ellos escribió cuentos y quien escribió relatos? ¿Dónde ubicamos a Poe que escribió relatos policíacos, de terror, metafísicos, etc.? Y ¿Cómo clasificamos a Rulfo, García Márquez, Julio Garmendia?

Todos se pasearon con libertad por la tradición y la vanguardia, fusionando incluso los elementos que las distinguen, siempre en función de llevar su prosa a las cúspides de la originalidad. Lo que sí podemos afirmar es que la mayoría de sus propuestas, desde las más sencillas hasta las más experimentales, son hoy día verdaderos clásicos de la literatura.

Dividir el género en cuentos y relatos, partiendo de la premisa de realismo y antirealismo, es etiquetar algo que más bien se presenta como total, que se retroalimenta y sostiene desde algo más fundamental como es la estructura misma del género, ésa que, usada al pie de la letra, subvertida o ironizada, se mantiene más vigente que nunca.

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