El
hombre, tras el humo del cigarro, leía las encuestas con las manos sudadas. No
comprendía la caída de su popularidad habiendo sido un político incansable.
Ordenó a su camarilla de asistentes redactar un decreto donde se prohíbe
olvidarlo y diseñar la más grandiosa campaña publicitaria.
Semanas
después se le vio por las calles, en harapos, con carteles a todo color y
periódicos viejos suplicándole a la gente que lo recordaran, que miraran sus
fotos luminosas, que vieran las vallas con su obra de gobierno; pero fue en
vano, nadie podía reconocer a quien se había esforzado tanto por borrarles la
memoria.
Por Juan Manuel Parada
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