Por Juan Manuel Parada
Dos
copas de vino tinto a medio beber sobre la mesa del recibo; el borde de una de
las copas está manchado con labial rojo. El cadáver del hombre yace sobre el sofá, con el
cuello de la camisa blanca teñido del mismo labial. No hay cerraduras forzadas,
no hay evidencia de robo, los vecinos no observaron nada extraño. Quisiera ir
más a fondo, pero los carnosos labios de la viuda, pintados de un rojo intenso
como este fuego que me consume, me hacen pensar que hay muertes que valdría la
pena vivir.
No hay comentarios :
Publicar un comentario