Por Juan Manuel Parada
Los
hombres fuman y beben en el café de la universidad. No son profesores ni estudiantes,
pero son de izquierda, y ese partido en el que militan gusta mucho de este
café. Todos lucen un bigote afrancesado y las pieles tiernas, libres de sol.
Hablan con tanta vehemencia y cruzan las piernas con tal elegancia que dan
ganas de parecerse a ellos: cultos y refinados. Yo, que aspiro algún día ser
militante, les observo mientras limpio el piso con un profundo deseo de
hablarles; pero me retraigo al pensar que están haciendo la revolución y no
habría tiempo para un obrero.
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