Por Juan Manuel Parada
Dos
políticos de derecha coincidieron en un ascensor. Un militante de izquierda
había planeado ese sueño para vengarse de ambos: enemigos incurables. Se
miraron desafiantes a través del espejo ajustando sus corbatas. Era un duelo
para definir el futuro electoral y ambos preparaban sus mejores armas en los
bolsillos de las chaquetas. Como era un sueño, el ascensor no terminaría de
bajar hasta que no hubiera un desenlace sangriento al conflicto, incluso
aumentaba su velocidad y se oscurecía un poco para imprimir dramatismo. Pero
este par de veteranos desenfundaron sus costosas plumas y firmaron un pacto de
no agresión y alternancia del poder… robándole de un plumazo los sueños al
soñador.
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