Por Juan Manuel Parada
Esta anciana cruza la calle y la
brisa le alza el vestido descubriéndole los muslos. Una joven le ayuda a
cubrirse y deja su falda a merced del viento. La señora que ve la escena corre
a auxiliarlas, pero cae con los pies al aire y las redondas nalgas al sol. Otra
muchacha se acerca, saliendo de sus pantalones. Luego otra, y otra más, hasta
que una multitud desnuda se agrupa en torno a la vieja. A nadie le parece
erótica aquella jungla de piernas, valle de pubis, pasillo de senos; sino un
símbolo feminista digno de esta postal.
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